jueves, 27 de abril de 2017

Una tarde con campanas o el sonido de la inmigración venezolana


"No digas coche, se dice carro.
No digas sandía, se dice patilla.
No digas gafas, se dice lentes.
No digas polla, se dice güevo.
No digas cortado, se dice marrón.
No digas cacahuete, se dice maní.
Carajo, que no digas, no digas, que no hables así carajo.
 
(Mi padre los domingos. Tercera cerveza)"
 
Juan Carlos Méndez Guédez: Una tarde con campanas
 

Ahora que mi Venezuela está jodida y radiante, quizá más lo primero que lo segundo y también viceversa. Ahora que como dice el magnífico humorista Emilio Lovera somos el primer país del mundo exportador de venezolanos. Ahora que el juego está “trancao” y toca contar los tantos a ver que quién gana la partida. Ahora que es primavera, momento de siembra, y que por este lado del mundo acaba de pasar el hermoso día de Sant Jordi donde nos regalamos flores y libros, quiero hacer una breve reseña sobre una novela que me fascinó y me conmovió por dos cosas a la vez: por ser de un autor contemporáneo con una narrativa diáfana, que narra aspectos imprescindibles para nosotros los latinoamericanos y por estar escrito por un venezolano inmigrante. 
 
Una tarde con campanas,  novela finalista del V Premio de Novela Fernando Quiñones en 2009,  nos narra las emociones de un niño, José Luis, quien sin decidirlo emigra a España desde Venezuela. El autor no habla de aventuras, ni de encuentros, sino de realidades  y penurias en las que se sobrevive al maltrato y la depresión porque se hacen cotidianos e inofensivos. 

 
A través de José Luis los que añoramos la infancia volvemos recuperados de una pesadilla amada. Respiramos, y aliviados encontramos en la distancia un oasis donde limpiar las heridas .

 
La fuerza narrativa  de Juan carlos Méndez Guédez entra por nuestra psique despertando el universo cultural dormido: esa Venezuela con sus palabras, sus sabores, sus costumbres, su rabia y su ternura.

 
Mientras leía Una tarde con campanas el entusiasmo se fue apoderando de mí, es una novela que seduce, como los rumores. Sus personajes están allí con sus múltiples voces explicándote lo que pasa en ese recoveco que es el nuevo hogar de José Luis. La historia de ese niño sin edad, sus narraciones, sus sueños, se parecen a los nuestros, a esas versiones fantaseadas que nos hacemos cuando buscamos el recuerdo de lo que perdimos.
 
El humor también está presente y es otro componente que conquista la lectura. Ríes, lloras, te asombras, convives con la crueldad y el amor en un mismo plano. Como si ese escenario que te ha tocado vivir (si sientes empatía con el protagonista) no puede separarse, es uno solo. Como si en una esquina se encontraran de frente la fortaleza y la fragilidad de la infancia.
 
Resultado de imagen de yo seré tres mil millones de niñosFotografía de niños de un barrio en Caracas de Jonas Bendiksen publicada en el libro Yo seré tres mil millones de niños

En algunos capítulos el autor nos regala recuerdos en los que descubrimos lo absurdo, la paranoia, la idiotez, los mecanismos y la idiosincrasia del poder en países como Venezuela. 
 
Los hermanos mayores de José Luis, personajes de gran belleza literaria, son el cambio, la posibilidad. Esos seres que te adoptan, te aman y te protegen sin exigencias. Los que resuelven, que para José Luis puede haber una vida mejor más allá de un entorno familiar viciado y promiscuo.
En Una tarde con campanas, podemos imaginar la inmigración del que viene sin nada que perder y mucho que ganar, del que se hace una burbuja a medida y no se mueve ni un milímetro de su cultura aunque esté a más de 7000 Kms de distancia. Pero también somos testigos del recorrido de otros inmigrantes que en las mismas condiciones deciden su bienestar a toda costa, luchan con sus fantasmas y siguen buscando una mejor calidad de vida, abonando con su lucha el terreno fértil, viendo oportunidades donde otros ven tedio.
 
Resultado de imagen de una tarde con campanas
Venezuela es un país mestizo, de abundancia, acogedor, generoso y sobretodo un país que ha sabido integrar y amar a los inmigrantes. En las últimas décadas ha sido acosada por un discurso demagógico de buenos y malos, de ricos y pobres, de negros y blancos, de pueblo y oligarquía. Ahora, de oficialismo y oposición.
Ahora, que los medios de comunicación están amordazados, que los organismos internacionales parecen están comprados. Ahora, que agoniza el enorme cerdo que se come las riquezas económicas, sociales y culturales del país. Ahora, vale la pena más que nunca acercarse a narradores como Juan Carlos Méndez Guéndez que nos invitan a recordar donde está una parte de nosotros.
Sueño con una tarde con campanas en Venezuela, en la que veamos caer el enorme animal que ensombrece nuestra belleza cultural. Entonces, todos los que ahora no son escuchados, podrán reconstruir con la mejor narrativa estos años de silencio obligatorio.
 
Últimos títulos de Méndez Guédez:
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario