lunes, 31 de julio de 2017

Venezuela, para la libertad

Hoy en su cumpleaños, a mi madre, quien sigue allí.

 
Ya es treinta y uno de julio, 2017. Ya pasó el domingo del fraude constituyente en Venezuela, mi país.

Ayer, sin dudas, multitudes de personas dejaron el aliento en las calles diciendo NO a este atropello orquestado por las mafias, no sólo venezolanas, sino, de quién sabe dónde.

Y yo, me hago preguntas, se me aparecen miles de fantasmas. Sin poder añorar a un héroe, porque no creo en ningún político, excepto en alguno ya asesinado.

Me hago preguntas y no logro descifrar el juego de poder que continua matando de hambre a toda una población. Pero tal vez, el puzzle no es tan complicado, cuando el gobierno Ruso pide acatar los resultados del fraude constitucional, mientras que países como Argentina, Colombia, Panamá, México, Perú, España y  EE.UU se lavan la cara (tal vez no todos) rechazando los resultados.

¿Es que la tercera guerra mundial tiene como escenario Venezuela?; ¿Es que Rusia ha encontrado otra Cuba pero dotada de invaluables recursos naturales?; ¿Es que los carteles de la droga tienen tanto poder a nivel mundial como para ignorar la necesidad de cambio de un país?  Me hago preguntas simples, que tal vez se hacen millones. Los que aún conservan la reflexión y la dignidad, que les han sido compradas a otros.

Casi veinte años en el poder no es poco para borrar la memoria de los débiles, de los ilusos, de los que viven en su cómoda ignorancia; y aquí voy a citar a un gran pensador, ahora trillado hasta el aburrimiento, pero cuyo pensamiento sigue vivo y nítido para quienes podemos comprenderlo:  


Sí, Simón Bolívar, el libertador, tantas veces torturado por estos déspotas que gobiernan hoy su nación.

No quiero ya decir los cuentos terroríficos que me llegan de la mano de personas más que conocidas: amigos, familiares. Gente de a pie, o como ellos llaman: "el pueblo”, que viven día tras días un chantaje esquizoide para mantener sus puestos de trabajo, su pensamiento, su coherencia o más simple, su alimento: “Si haces huelga te despedimos”; “Si sales a la calle te metemos preso”; “Si dices algo en las redes sociales te matamos”; “Si no vas a votar no tendrás bolsa de comida”.

¿Qué clase de líder lleva un país al abismo para suspender los poderes constitucionales, prácticamente hacer un autogolpe, matar a la gente de hambre durante meses y luego repartir bolsas de comida con productos que no hay en el mercado en las mismas sedes de votación?

Para quién aún no se lo crea, eso pasa en Venezuela, el país donde crecí, el país donde vive mi familia, el país donde hace veinticinco años un día como hoy me gradué de bachiller y leí el poema Caminante no hay camino de Antonio Machado, sin saber que ese camino que me tocaría seguir sería “lejos del hogar” como a tantos inmigrantes, y seguir, seguir haciendo camino cuando de nada te sirve rezar.  

Siguen mis preguntas, mientras la democracia venezolana está herida de muerte, pero sobretodo sigue creciendo mi fe en los que continúan, en los que avanzan. No en los gobiernos, ni en los que nacieron para cumplir órdenes, creo que en las personas que están allí dejando sus días en las calles, haciendo camino para la libertad.

La libertad que evocó uno de mis más queridos poetas: Miguel Hernández, quien falleció en la enfermería de una prisión alicantina donde estaba encarcelado por la nefasta dictadura franquista.

Hoy, necesito compartir con todos mis coterráneos un fragmento de su poema: El herido, porque viéndolo desde la distancia que nos permite la historia, no se trata de izquierdas o derechas, sino de bastardos y lúcidos, de opresores y oprimidos, de humanismo o crueldad.  

“Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.”

Miguel Hernández

Foto: Gabriela Borges
 

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