Hoy en su cumpleaños, a mi madre, quien sigue allí.
Ya es treinta y uno de julio, 2017. Ya pasó el domingo
del fraude constituyente en Venezuela, mi país.
Ayer, sin dudas, multitudes de personas dejaron el aliento
en las calles diciendo NO a este atropello orquestado por las mafias, no sólo
venezolanas, sino, de quién sabe dónde.
Y yo, me hago preguntas, se me aparecen
miles de fantasmas. Sin poder añorar a un héroe, porque no creo en ningún político,
excepto en alguno ya asesinado.
Me hago preguntas y no logro descifrar el juego de poder
que continua matando de hambre a toda una población. Pero tal vez, el puzzle no es tan complicado, cuando el
gobierno Ruso pide acatar los resultados del fraude constitucional, mientras
que países como Argentina, Colombia, Panamá, México, Perú, España y EE.UU se lavan la cara (tal vez no todos) rechazando
los resultados.
¿Es que la tercera guerra mundial tiene como escenario
Venezuela?; ¿Es que Rusia ha encontrado otra Cuba pero dotada de
invaluables recursos naturales?; ¿Es que los carteles de la droga tienen tanto poder a nivel
mundial como para ignorar la necesidad de cambio de un país? Me hago preguntas simples, que tal vez se hacen millones. Los que aún conservan la reflexión y la dignidad, que les han sido compradas a otros.
Casi veinte años en el poder no es poco
para borrar la memoria de los débiles, de los ilusos, de los que viven en su
cómoda ignorancia; y aquí voy a citar a un gran pensador, ahora trillado hasta
el aburrimiento, pero cuyo pensamiento sigue vivo y nítido para quienes podemos
comprenderlo:
“Un pueblo ignorante es un instrumento
ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la
credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento
político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras
ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo,
la venganza por la justicia.” (Del discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de
1819.) Simón Bolívar
Sí, Simón Bolívar, el libertador, tantas veces torturado
por estos déspotas que gobiernan hoy su nación.
No quiero ya decir los cuentos terroríficos que me llegan
de la mano de personas más que conocidas: amigos, familiares. Gente de a pie, o
como ellos llaman: "el pueblo”, que viven día tras días un chantaje esquizoide
para mantener sus puestos de trabajo, su pensamiento, su coherencia o más simple,
su alimento: “Si haces huelga te despedimos”; “Si sales a la calle te metemos
preso”; “Si dices algo en las redes sociales te matamos”; “Si no vas a votar no
tendrás bolsa de comida”.
¿Qué clase de líder lleva un país al abismo para
suspender los poderes constitucionales, prácticamente hacer un autogolpe, matar
a la gente de hambre durante meses y luego repartir bolsas de comida con
productos que no hay en el mercado en las mismas sedes de votación?
Para quién aún no se lo crea, eso pasa en Venezuela,
el país donde crecí, el país donde vive mi familia, el país donde hace veinticinco
años un día como hoy me gradué de bachiller y leí el poema Caminante no hay camino de Antonio Machado, sin saber que ese
camino que me tocaría seguir sería “lejos
del hogar” como a tantos inmigrantes, y seguir, seguir haciendo camino cuando de nada te sirve rezar.
Siguen mis preguntas, mientras la democracia
venezolana está herida de muerte, pero sobretodo sigue creciendo mi fe en los
que continúan, en los que avanzan. No en los gobiernos, ni en los que nacieron
para cumplir órdenes, creo que en las personas que están allí dejando sus días
en las calles, haciendo camino para la libertad.
La libertad que evocó uno de mis más queridos poetas:
Miguel Hernández, quien falleció en la enfermería de una prisión alicantina
donde estaba encarcelado por la nefasta dictadura franquista.
Hoy, necesito compartir con todos mis coterráneos un
fragmento de su poema: El herido, porque
viéndolo desde la distancia que nos permite la historia, no se trata de
izquierdas o derechas, sino de bastardos y lúcidos, de opresores y oprimidos,
de humanismo o crueldad.
“Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías
amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.”
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.”
<3 Venezuela, deseamos tu libertad!
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