Hace unas semanas, a través del
incontable envío de imágenes que llegan por whatsapp, recibí una maravillosa obra:
LIBERTAD, del maestro Armando Villalón, quien se manifiesta en un cuadro
histórico, evocando la multitud de venezolanos que hoy persiguen la luz de una
Venezuela libre.
Recordé aquella visita a la Casa Museo de Armando Reverón, un lugar que respiraba ocre y tierra. Allí se podía sentir la sal del mar caribe y la luz dorada lo atravesaba todo.
En
aquel momento, yo comenzaba a investigar sobre el teatro de objetos, su
potencial en escena, el espacio como materia que narra y aquellas muñecas de
Reverón me abrieron un recorrido creativo que salía ya de los lindes del
escenario.
El pasado 10 de mayo, fecha de nacimiento de Armado Reverón, se celebró el día nacional del artista plástico en Venezuela. Homenaje que se viene haciendo desde hace varios años en respeto a su legado. Toda una ironía, pues El Castillete, lugar de creación de Reverón, sigue sin tener el espacio cultural que le corresponde en Macuto, después de diecisiete años que una tragedia natural lo devastara.
Playa de Macuto. Armando Reverón (1940)
También ese día se
cumplieron cuarenta días de protestas y se realizó una marcha multitudinaria de
opositores en la que, tal vez, habría participado Reverón de estar vivo. Quién
sabe. Me gusta imaginar cómo hubiese construido un escudo para defenderse de
los perdigones y las balas, que no faltan, con restos de cartón piedra y latón oxidado. Quién sabe. Tal vez, iría acompañado de una de sus muñecas. Quién sabe.
Lo que sí es
una certeza, es que con la desaparición física de El Castillete y de las
instalaciones que lo elevaron a la dignidad de museo, Venezuela perdió uno de
los iconos más importantes de las artes plásticas nacionales.
El Castillete fue un espacio de encuentro y de recreación, de investigación y de participación comunitaria, uno de los pocos de la zona de Macuto. Ese legado latente que dejó Reverón, quedó en la memoria colectiva y dio paso a las acciones emprendidas por movimientos comunales y personas agenas al gobierno a una lucha para desenterrar del barro la herencia cultural de Reverón.
Desde esta distancia, no sólo física, sino temporal, que es tal vez la verdadera distancia, me permito decir que la obra de Reverón sigue viva, pero su lugar de creación ha muerto para siempre.
El Castillete fue un espacio de encuentro y de recreación, de investigación y de participación comunitaria, uno de los pocos de la zona de Macuto. Ese legado latente que dejó Reverón, quedó en la memoria colectiva y dio paso a las acciones emprendidas por movimientos comunales y personas agenas al gobierno a una lucha para desenterrar del barro la herencia cultural de Reverón.
Desde esta distancia, no sólo física, sino temporal, que es tal vez la verdadera distancia, me permito decir que la obra de Reverón sigue viva, pero su lugar de creación ha muerto para siempre.
Aquel espacio sagrado sólo podía seguir produciendo
metáforas mientras su creador caminara, cantara y representara su papel de
cómico en beneficio de las artes plásticas.
Reverón en El Castillete. Archivos Fundación Fotografía Urbana
Su aislamiento en El Castillete, lo devolvió al mundo como un “loco”, un artista excéntrico sin ser ese su propósito. Su obra pictórica caleidoscópica y vibrante es la única prueba de su genio. Cada línea, cada composición, cada ruta diseñada en el cuadro deja entrever la calidad de su trazo, la resolutiva y desenvuelta forma de crear, su consecuente búsqueda y su afable disposición frente a la producción estética.
Los objetos que creó, en aquel su mundo, pierden valor
fuera de éste, pero nos llevan sin regreso a un mundo apasionado, un no lugar,
una cárcel abierta al cielo. Dentro del su Castillete, Reverón podía andar con la libertad
que no encontraba en las aceras de una sociedad que oprime y desecha a quienes
no encajan en sus códigos. En pleno siglo XXI, La sociedad ha cambiado, pero la opresión no.
Reverón recogió los desechos de su tiempo y los elevó a su mundo poético, con ellos construyó sus fantasías, pero no desde la ingenuidad, sino desde esa capacidad esculpida que tenía para representar a través de los materiales su visión del mundo.
Reverón recogió los desechos de su tiempo y los elevó a su mundo poético, con ellos construyó sus fantasías, pero no desde la ingenuidad, sino desde esa capacidad esculpida que tenía para representar a través de los materiales su visión del mundo.
Fotografía de
Luis Britto. Archivos Fundación Fotografía Urbana
El gobierno venezolano actual, ciego en su discurso nacionalista, lo ha rescatado como un representante del pueblo. Tal vez, malentendiendo la sencillez de su vida. Ciegos e irreflexivos, son incapaces de ver la complejidad que habitaba en el interior de Reverón. Una mirada desde dentro y hacia fuera que acompañó a Reverón en su obra y que lo llevó paso a paso a ser considerado un creador modelo y universal mucho antes de que el llamado socialismo cercara las costas venezolanas.
Actualmente y después de mucha dejación, después de luchas comunales, después de mucho llover, después de mucho barro, el terreno donde Reverón construyó su morada se empieza a "recrear". Temo que la recreación de ese lugar que yo conocí, no sea
ni por asomo lo que Reverón creó con sus manos. Ciertamente, su conservación es un hecho
indispensable para el
acervo cultural venezolano, es una deuda atrasada e impuesta, pero allí
no habitará la mirada de Reverón. La naturaleza se ocupó de borrar su mundo, lo
devolvió al barro, el mismo que Reverón arañaba en sus cuadros en busca de la
luz.
La misma luz bajo la cual hoy los venezolanos buscan la libertad y que otro pintor, otro maestro, otro Armando, expresa.
La misma luz bajo la cual hoy los venezolanos buscan la libertad y que otro pintor, otro maestro, otro Armando, expresa.
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